Traducciones en tiempos de pandemia: lucidez y optimismo decepcionado

Henry Miller, Tropic of Cancer (1934)

           El tiempo continuará malo. Tendremos más calamidades, más muertes, más desazón. Ni una pequeña indicación de cambio por ningún lado. El cáncer del tiempo nos está devorando. Nuestros héroes se han matado o se están matando. El héroe, entonces, no es el Tiempo, sino la muerte del Tiempo. Debemos entrar al camino, camino cerrado, hacia la prisión de la muerte. No hay salida. El tiempo no cambiará.

Samuel Beckett, Murphy (1938)

           Me temo que el síndrome conocido como Vida es demasiado difuso para admitir paliación. Pues a cada síntoma aliviado, otro empeora. La sanguijuela y su hija, un sistema cerrado. Su cantidad de querencias no puede variar.

 

Voltaire, Candide ou l’optimisme (1759)

           Después del terremoto que había destruido tres cuartos de Lisboa, los sabios del país no encontraron un remedio más eficaz para prevenir la ruina total que el de ofrecer al pueblo un bello auto de fe. Fue decidido por la universidad de Coímbra que el espectáculo de unas cuantas personas quemadas a fuego lento, en una gran ceremonia, era un secreto infalible para impedir que la tierra temblase.

En consecuencia, habían arrestado a un vizcaíno condenado por haberse casado con su cuñada, dos portugueses que comiéndose un pollo le habían quitando la manteca; y también fueron a esposar al doctor Pangloss y a su discípulo Cándido: a uno por haber hablado más de la cuenta, al otro por haber escuchado con gesto de aprobación. Los dos fueron llevados a habitaciones separadas, muy frescas, donde el sol nunca incordiaba. Ocho días después, fueron vestidos con sambenitos, y se adornaron sus cabezas con mitras de papel: la mitra y el sambenito de Cándido estaban decorados con llamas débiles, y los diablos no tenían ni colas ni garras; pero los diablos de Pangloss llevaban grandes garras y las llamas ascendían rectas. Caminaron en procesión así vestidos, y escucharon un sermón patético, seguido de una bella música en fabordón. Cándido fue azotado en cadencia, mientras la orquesta cantaba; el vizcaíno y los dos hombres que no habían querido comer tocino fueron quemados, y Pangloss, ahorcado, aunque no fuera la costumbre. El mismo día, la tierra tembló de nuevo con un estruendo espantoso.

           Cándido, espantado, aturdido, perdido, todo ensangrentado y palpitando; se decía a sí mismo: “si es este el mejor de los mundos posibles, ¿cómo son, entonces, los demás?

René Char, Feuillets d’Hypnos (1946)

           La lucidez es la herida más cercana al sol.

Selección y traducción de Marta Jordana

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