The whimper

· Elisa O. ·

Sucedió en ausencia de los dueños. La lava había ido subiendo por desagües y recovecos, usando antiguos pozos ya secos, ocupando grietas en los cimientos, hasta que a primera hora de la mañana una solitaria gota salió despedida de uno de los lavabos del sótano. Al poco rato aumentó el ruido de las tuberías. De los lavabos asomó el ardiente fluido, goteando de grifos y llaves mal cerradas. Las bicicletas, las antiguas muñecas y la mesa de ping-pong se vieron poco a poco ahogadas por la densidad. Alcanzó la planta baja sobre las 10 de la mañana. Subió las escaleras con dificultad para luego extenderse por la cocina, el salón y el aseo de la entrada. El espeso flujo fue elevándose, estallando los blancos mármoles y las delicadas figuras de cristal. En la cocina, provocó el colapso de horno y nevera, mientras del lavavajillas salía a borbotones, en camaradería con el resto de orificios de los que iba brotando cada vez más de aquella densa melaza. Pronto las habitaciones del servicio se inundaron, quedaron abrasados los armarios de madera, los zuecos y uniformes, así como el cuartito de la limpieza. A mediodía el nivel había aumentado lo suficiente como para cubrir los suelos de la primera planta, torciendo las barandillas en grotescos bailes y posturas. La ardiente y pastosa mancha se propagó por habitaciones y baños. A medida que crecía, descomponía las finas telas de cortinas y camas, cuadros y fotografías enmarcadas; arrasó en el vestidor común, y en el despacho, donde los gruesos volúmenes de las estanterías se deshacían sin oponer resistencia. Un ordenador chisporroteó al mismo tiempo que su estructura se deshacía fundiéndose con el hirviente caldo. De las duchas caía en forma de gruesos hilos, calcinando el mármol, encendiendo los frascos de perfume con breves fogonazos. Arrasó en los balcones, donde acabó goteando y uniéndose a la enorme masa de lava que surgía lentamente de la fuente y la piscina vacía. Surgió también por ventanas y conductos de ventilación, siendo la última vía la chimenea principal, tras lo cual, durante unos quince segundos, a las dos en punto, estando entonces la casa totalmente cubierta, se pudo oír la alarma lloriquear de forma muy débil.

Compartir: