Otra partida de ajedrez

Reescritura de un fragmento de “Una partida de ajedrez”, segunda parte de “La tierra baldía” de T. S. Eliot

/POESÍA

· Ferran Destemple ·

Y sin embargo, ahí, desde esa repisa antigua, el ruiseñor llena todo el espacio
con su voz inviolable.
¡Apurad, por favor, vuestras bebidas! ¡Es hora de cerrar!
El ruiseñor, como la golondrina beben las horas, los días y los años en vano,
condenados a recurrir a los fragmentos, a las citas para expresar una desolación, 
una melancolía que ni siquiera pueden formular de un modo original. 
El cuervo, sin embargo, nunca regresó al hogar.
Estamos en un callejón lleno de ratas, en un callejón que es un vientre abierto en 
canal que me obliga a cerrar mis párpados para imaginar los ritmos de la Historia. 
Bajo estos ritmos, deshidratados y mórbidos, bajo estas imágenes blindadas que se 
expanden como una explosión sin centro, bajo todo ello no me queda más remedio que relatar, 
frente a la cámara de video y con extrema precisión, cómo es tu piel ahora y cómo 
adquiere, progresivamente, formas diversas. 

¡Y tú! Y tú me dices que jugaremos una partida de ajedrez, en esta tierra llena de residuos, mientras
asciende el brillo de tus joyas y nos acechan unos raros perfumes sintéticos convirtiéndonos 
en distante mercancía. ¡Y tú! Y tú me dices que esta es una historia donde, inevitablemente, debería imperar el orden y la geometría, pero yo solo advierto muertos que perdieron sus huesos, todos sus dientes y que la verdadera civilización no está ni en el gas, ni en el vapor (que no son fértiles) ¡Y tú! Y tú me dices que mientras tuviste dinero fuiste honrada. El mundo no es dulce, no está hecho de azúcar. ¡Y tú! Y tú me dices que lo llevas dentro y que siempre volverá a surgir. 

¡Y tú, hipócrita lector, come de estos manjares en estas últimas y caducas fiestas de Baco! ¿Te gusta este jardín, que es tuyo?

¡Apura, lector atribulado, tu bebida! ¡Es hora de cerrar!

 

Nota 1: Esta reescritura  de un fragmento de “La tierra baldía” de T. S. Eliot (que como toda reescritura es inevitablemente, primero una relectura) está plagada de apropiaciones de textos de, entre otros, el propio Eliot, de Charles Baudelaire, de la Wikipedia, de Peter Sloterdijk, de Alfred Döblin, de Malcom Lowry… 

El texto de Eliot es un collage de citas, de fragmentos que componen la visión de una sociedad estéril y yerma. A diferencia de otro texto de ambiciones similares, pienso en “El libro de los pasajes” de Walter Benjamin, “La tierra baldía” sí busca construir un texto articulado que sea más que la suma de sus partes. La crítica de Theodor Adorno al libro de Benjamin, incidía en que Benjamin no buscaba articular, pulir y reconducir sus citas, sino que únicamente las descontextualizaba para luego recontextualizarlas. Eliot, por el contrario, sí construye un texto poético autónomo, completo, que es otro y diferente a los fragmentos individuales que lo componen y que busca construir simultáneamente (¿al modo cubista?) la realidad (en este caso, de la modernidad encarnada por la ciudad de Londres). Otro caso que me viene a la memoria y que juega también con la superposición de planos de la realidad (aunque no con citas literarias) es el caso del poema “Zona” de Guillaume Apollinaire. Sin embargo, no entraremos ahora en detalles porque no debe ser en esta ”nota” donde se reflexione sobre todo ello. Dejaremos el desarrollo de estos temas para otra ocasión y otro lugar.

Nota 2: Con respecto a los pájaros, el ruiseñor y la golondrina son Filomena y Procne en una de las metamorfosis de Ovidio. También aparece la abubilla, que es Tereo transformado. Estos tres pájaros son citados en el poema de Eliot, pero sin duda el pájaro que no puede faltar en una reescritura de un poema como este, es el cuervo. El cuervo ya aparece en la Biblia, y con matices no tan negativos como después ha adquirido. También se manifiesta en otra metamorfosis de Ovidio, en la que el Dios Apolo como castigo cambia el color primigenio de sus plumas, el blanco por el negro.

El cuervo, asimismo, es el protagonista del poema de Poe que nos habla, desde el busto de Palas Atenea, y nos vuelve irremediablemente locos. Esta ave negra debería sobrevolarnos en vuelo rasante para recordarnos lo que somos y que nuestra soberbia podría ser castigada con otra metamorfosis. Una transformación que nunca jamás sería narrada ni escrita.

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