Las virtudes del pájaro solitario (1988)

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· Juan Goytisolo ·

la Asamblea de los Pájaros! 
ave inquieta y ligera, di un ciego y oscuro salto y, por una extraña manera, mil vuelos pasé de un vuelo para reunirme con mis pares en el vasto recinto de aquella hermosísima pajarera dotada de perchas, columpios, bebederos, cubetas, tiestos colgantes de enredaderas y plantas tropicales, jardineras con helechos de exuberante arborescencia, estanques de piedra artificial, finísimos bancos de arena
había sido invitada ex profeso a ella?, se trataba de una convocatoria general? O, peor aún, habría caído tontamente como las demás, atraída por el silbo de un cazador artero? 
como ese pavo real que, encapuchado y metido en un cesto por espacio de largos años, perdiera en las tinieblas e indignidad de su atuendo la conciencia y hasta el recuerdo de su belleza intrínseca y la magnificencia del jardín en el que se hallaba, y turbado no obstante por el aroma de las flores y modulaciones de las aves, descaecido por el deseo y nostalgia de una realidad perdida y olvidada rompiese de golpe los velos que le envolvían y surgiera a la esplendidez del jardín e iridiscencia de colores que le adornaban, resucitaba a una vida serena y diáfana, investida de una apariencia nueva y más fresca, gozosamente perdidiza y ganada 
era una transmigración? 
mis alas, órganos motores de sustentación y propulsión en el aire reforzados por una musculatura adecuada, exquisita perfección del plumaje y la ayuda inapreciable de una cola de gran diversidad de funciones estabilizadores y direccionales, podían aspirar no sólo a los saltos ágiles y exaltadores pleneos sino a las delicias del vuelo controlado, la tenue embriaguez de la levitación ingrávida 
desde mi llegada a aquella antesala del xanná o chama, permanecía absorta en la contemplación y aprendizaje de los lenguajes visuales, vuelos y adornos ostentativos, despliegue de colores vistosos y excentricidades de plumaje, mientras algunas aves se revestían de gris amarillo con designios humildes de camuflaje otras optaban por colas y airones extravagantes, las variedades cromáticas del atavío se extendían desde el cobre intenso y rojo anaranjado a los colores pastel delicados y suaves, una orquestina de tejedores se consagraba a una llamativa danza de cortejo, alborotaba y lucía sus abanicos acompañándose con un canto leve y enronquecido
quién y cómo era yo? 
entre columpios, troncos, bejucos, ramas y otros instrumentos de diversión, advertí la existencia de un diminuto espejo y me planté frente a él de una volada 
me reconocí 
contrastado con la abundancia de copetes y abaniqueo de flabelos que me rodeaba, mi sobriedad, adustez y tonos apagados eran los del pajarillo descrito en el Tratado
me invadió al punto una intensa y dulce satisfacción, oscilaba mansamente en el mecedor y disfrutaba sin hastiarme de aquella fantástica congregación, canarios de melodía suave musical y versátil, palomas de formas exóticas y caricaturales, mirlos de cola alargada y canto modulado hasta el refinamiento, pájaros de apariencia suntuosa o modesta de sosegado trino y chispeante gorjeo, granívoros apáticos de aspecto mohíno e introvertido, colibrís bulliciosos zumbando en torno a cascabeles, estorninos de índole especulativa y traviesa, especies vivaces y activas, la tortolica y el socio deseado, congéneres de ojos oscuros como recién escapadas del sombrero de un ilusionista, ejemplares implumes o sujetos a mutaciones ambientales, cardenales grises, escribanos de pecho color canela, capuchinos de cabeza negra, todos dispuestos en la vegetación y umbrosidad de la pajarera conforme a una delicada y sutil jerarquía
nos manteníamos al acecho de signos reveladores de una existencia pasada y, a través de gorjeos cortos y uniformes, estrofas musicales con pausas variadas, zumbidos sostenidos, cantos de líquida cadencia o mezcla de notas dulces y broncas, nos comprendíamos e identificábamos 
el papagayo de cola amarilla con dos plumas centrales alargadas y verdes, no era alguna de las damas de la terraza acomodadas en los sillones de mimbre de aconchado respaldo?, el periquito de fondo diluido y rabadilla roja, el anciano kirghís de la biblioteca vestido con el pijama listad? 
[…] 
liberadas de una envoltura ilusoria y estéril, salidas del capuz y cesta opresores a la dulzura y novedad del riad, habíamos renacido ligeras y esbeltas y, en grupos de treinta, como en el conocido texto persa, nos preveníamos para el arduo e incitante viaje, el sobrevuelo de los siete valles escarpados y ásperos hasta la cima solitaria en donde reina S., el pájaro etéreo, incoloro y extático que alegoriza el alma desasida del mundo en las visiones y deliquios del santo escuchábamos, con recogimiento y fervor escuchábamos 
emprende el vuelo sin dejar de estar inmóvil, viaja sin cubrir la menor distancia, se aproxima y no recorre espacio alguno, todos los colores dimanan de él pero carece de color, anida en Oriente sin que su lugar en Occidente quede vacuo, las ciencias proceden de su encantamiento y los instrumentos musicales más perfectos de su eco y sus resonancias, se alimenta de fuego y quienquiera que prenda una pluma de sus alas en su costado derecho saldrá indemne de las llamas, la brisa natural brota de su aliento y por ello el amante le revela los misterios del corazón y sus pensamientos más íntimos y secretos 
pero trinos, cantos, gorjeos, modulaciones, zureos, transmiten consignas de partida, impacientes rumores, movimientos de alas ahogan su voz, anuncian el comienzo de la gran marcha 
sólo tuvo tiempo de copiar aprisa sus versos
            en soledad vivía
y en soledad ha puesto ya su nido
y en soledad la guía
a solas su querido
también en soledad de amor herido
antes de volar con las demás aves y cerrar definitivamente las páginas del libro ya compuesto

 
 
Juan Goytisolo, Las virtudes del pájaro solitario (Barcelona, Seix Barral, 1988)
Libro homenaje a San Juan de la Cruz 

 

 

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