Las hojas de Hipnos

(selección)

/TRADUCCIÓN

· Traducción de Marta Jordana ·

Hipnos mira al cielo desde su escondite

René Char escribe Las hojas de Hipnos a partir de un carnet de guerra que escribió entre 1943 y 1944 en los campos franceses, siendo comandante de paracaidistas de la Resistencia contra la ocupación nazi. En estas hojas, define la resistencia y la lucha con todo el furor y el rumor que marcan el resto de su poesía. 

En medio de la furia y el miedo, el poeta/comandante (Char o Hipnos hecho fuego, olvidadizo del sueño) alumbra y guía, se “entumece e inmuniza” en la ascensión furiosa de su poesía. En esta colección de fragmentos, el poeta habla, duda, recuerda, aconseja reglas de acción a sus soldados, emite reproches a los insolidarios; se justifica por escribir en medio de las bombas y se erige como el narrador necesario de la historia del horror; convoca a la belleza y a libertad; o llora la muerte de sus compañeros y celebra sus victorias militares con las abejas.  En la mayoría de los fragmentos, describe un tiempo cósmico de maldades en que el mundo se ha vuelto extraño; pero en otros supera este tiempo a través de la poesía y la valentía, o con altas súplicas a las divinidades naturales. 

Pues, sobre todo, el poeta mira al cielo; porque observar la naturaleza es, a fin de cuentas, ser consciente de cómo la vida triunfa y circula generosamente entre sus ciclos. Además, la naturaleza donde él y sus soldados se esconden, huyen o lloran; participa del movimiento ascendente y horizontal en que se resiste y se avanza contra el enemigo mayor, con todo el cuerpo y sus entrañas. Esta naturaleza es la compañera que observa al huido, le ayuda y acaricia con su sabiduría ancestral, le esconde en la noche como al migrante de ahora. Con sus ciclos, sus pájaros y sus montañas, está preñada de símbolos y de mensajes, obliga a los hombres a que, en medio del más terrible pánico y la soledad de la guerra, recuerden su lucha y sus deseos, mantengan la confianza en su causa, sigan esperando el fin de la noche y buscando el día.  

Ofrecemos aquí una selección de los fragmentos que componen Las hojas de Hipnos, así como el inicio (dedicatoria, epígrafe y prólogo) y el epílogo “Rosa de roble”, en una nueva traducción. Lo recordamos en este número como ejemplo de lucha y resistencia, vivencia universal de la conciencia que asalta al destino y lo modifica, elevándose por encima de los miedos, pero siempre asombrándose de todo lo que éstos encierran de misterio. 

Las Hojas de Hipnos

René Char

A Albert Camus

Hipnos atrapó el invierno y lo vistió de granito. El invierno se hizo sueño e Hipnos fue fuego. Lo que sigue pertenece a los hombres.

Estas notas no toman nada del amor propio, el relato, la máxima o la novela. Un fuego de hierbas secas pudo haber sido su editor. La vista de la sangre supliciada les hizo una vez perder el hilo, redujo a la nada su importancia. Fueron escritas en la tensión, la cólera, el miedo, la emulación, el asco, la astucia, la huida furtiva, la ilusión del futuro, la amistad, el amor. Esto es decir cuánto fueron dictadas por los eventos. Después, más ojeadas que releídas. […]

Estas notas marcan la resistencia de un humanismo consciente de sus deberes, discreto en sus virtudes, deseoso de preservar el inaccesible campo libre a la fantasía de sus soles, y decidido a pagar el precio por todo ello. 

 

(Selección de fragmentos)

4

Ser estoico es quedarse inmóvil, con los bellos ojos de Narciso. Hemos registrado todo el dolor que eventualmente podía sacar el verdugo de cada palmo de nuestro cuerpo. Luego, con el corazón en un puño, hemos avanzado y le hemos hecho frente.  

5

No pertenecemos a nadie, sino al punto de oro de esa lámpara desconocida de nosotros, inaccesible para nosotros, que mantiene despiertos la valentía y el silencio. 

16

La inteligencia con ángel, nuestra preocupación primordial. 

(Ángel, eso que, en el interior del hombre, tiene separada de su sentido religioso a la palabra del más alto silencio, significado que no se evalúa. Afinador de pulmones que cubre de oro los racimos vitaminados de lo imposible. Conoce la sangre, ignora lo celeste. Ángel: la vela encendida que se inclina al norte del corazón).

19

El poeta ya no puede permanecer en la estratosfera del Verbo. Debe enrollarse en nuevas lágrimas e impulsarse dentro de su ámbito.   

22

A LOS PRUDENTES: Nieva sobre los maquis y hay contra nosotros caza perpetua. Vosotros los de las casas que no lloran, donde la avaricia ha aplastado el amor. En la sucesión de días calientes, el fuego de vuestras casas no es más que un paliativo. Es demasiado tarde. Vuestro cáncer ya ha hablado. El país natal ha perdido sus poderes. 

23

Presente almenado…

31

Escribo brevemente. Ya no puedo ausentarme mucho tiempo. Absorberse conduciría a la obsesión. La adoración de los pastores ya no es útil para el planeta. 

36

Tiempo en que el cielo exhausto penetra la tierra, en que el hombre agoniza entre dos desprecios. 

54

Estrellas del mes de mayo… 

Cada vez que levanto los ojos al cielo, la náusea sacude mi garganta. Yo ya no oigo, subiendo desde el frescor de mis subterráneos, el gemido del placer, murmuro de la mujer entreabierta. ¡Una ceniza de cactus prehistórico explota mi desierto en añicos! Yo ya no soy capaz de morir…

Ciclón, ciclón, ciclón… 

55

Al no haber sido nunca definitivamente modelado, el hombre es portador de su contrario. Sus ciclos dibujan órbitas diferentes según las cuales es llevado a una solicitación o no. Y las depresiones misteriosas, las inspiraciones absurdas, surgidas de la gran escuela crematoria, ¿cómo ignorarlas? ¡Ah! Circular generosamente sobre las estaciones de la corteza, mientras la almendra palpita, libre…  

71

Noche, con toda la velocidad del boomerang tallado en nuestros huesos, y que silba, silba… 

93

El combate de la perseverancia. 

La sinfonía que nos conducía se ha callado. Hay que creer en la sucesión. Tantos misterios no han sido penetrados, ni destruidos. 

95

Las tinieblas del Verbo me entumecen e inmunizan. No participo en la agonía maravillosa. Con una sobriedad de piedra, soy la madre de lejanas cunas. 

100

Debemos superar nuestra rabia y nuestro asco, debemos compartirlos, para elevar y ampliar nuestra acción y nuestra moral.

101

Imaginación, hija mía. 

103

Un metro de entrañas para medir nuestras posibilidades. 

109

Toda la masa de aromas de estas flores para serenar la noche que cae sobre nuestras lágrimas. 

111

La luz ha sido expulsada de nuestros ojos. Se ha escondido en algún lugar de nuestros huesos. Nosotros la perseguimos para restituirle su corona. 

112

El timbre paradisiaco de la autorización cósmica. 

(En la parte más estrecha de la noche, que esta gracia me sea concedida; estremecedora y significativa, aún más que esos otros signos percibidos desde una altura tan alta que ni siquiera hay necesidad de interpretar). 

120

Acercas una cerilla a tu vela y lo que se enciende no ilumina. Es lejos, muy lejos de ti, donde el círculo ilumina. 

126

Entre la realidad y su proyección, está tu vida que magnifica la realidad y esta abyección nazi que arruina su proyección. 

129

Somos iguales a esos sapos que en la noche austera de los pantanos se llaman y no se ven, doblegando en su grito de amor toda la fatalidad del universo.  

131

En todas las comidas que hacemos juntos, invitamos a sentarse a la libertad. Su sitio permanece vacío pero sus cubiertos siguen puestos. 

134

Somos iguales a esos peces retenidos vivos bajo el hielo de los lagos de las montañas. La materia y la naturaleza parecen protegerlos al mismo tiempo que limitan muy poco las posibilidades del pescador. 

142

El tiempo de los montes enfurecidos y de la amistad fantástica. 

145 

Felicidad que no es sino ansiedad aplazada. Felicidad azulada, con su insubordinación admirable, que se alza desde el placer, pulveriza el presente y todas sus instancias. 

146

Roger era feliz de ser para su mujer el marido-que-esconde-dios. 

Pasé hoy al borde del campo de girasoles que le gustaba. La sequía curvaba la cabeza de estas admirables, insípidas flores. A unos pasos de ahí su sangre se derramó, a los pies de una vieja zarza, sorda a todo el espesor que tenía su corteza. 

147

¿Seremos más tarde parecidos a esos cráteres donde los volcanes no vienen más y donde la hierba se pone amarilla en su tallo? 

152

El silencio de la mañana. La percepción de los colores. La posibilidad del gavilán. 

154

El poeta, susceptible de exageración, evalúa correctamente en el suplicio. 

159

Existe una afinidad tan estrecha entre el cuco y los seres furtivos en que nos hemos convertido; que este pájaro tan poco visible, o que reviste gris anonimato cuando atraviesa la vista, nos arranca un largo escalofrío con el eco de su canto desgarrador. 

160

Rocío de hombres que traza y disimula sus fronteras entre el amanecer y la salida del sol, entre los ojos que se abren y el corazón que se acuerda.

162 

Esta es la época en que el poeta siente alzarse en él la meridiana fuerza de ascensión.

163

Canta tu sed irisada. 

168

Resistencia es esperanza. Como la luna de Hypnos, llena esta noche de todos sus cuadrantes, mañana visión sobre el paso de los poemas. 

179

Ven a nosotros que temblamos de insolación, hermana sin desprecio, ¡oh noche!

182

Una lira para los montes encarcelados. 

192

Veo la esperanza, vena de un mañana fluvial, declinar en los gestos de los seres que me rodean. Los rostros que quiero se debilitan en las mallas de una espera que les corroe como un ácido. ¡Ah, nos ayudan poco y nos apoyan mal! El mar y su orilla, ese lugar visible, son un conjunto cerrado por el enemigo, yaciendo en el fondo del mismo pensamiento, molde de una materia donde entran, a partes iguales, el rumor de la desesperanza y la certeza de la resurrección. 

194

Me fuerzo para conservar, a pesar de mi ánimo, mi voz de tinta. Así es – con una pluma de pico de carnero, incesantemente apagada, incesantemente encendida, recogida, entregada y con un solo aliento –como escribo esto, como olvido aquello. ¿Autómata de la vanidad? Sinceramente no. Necesidad de controlar la evidencia, de hacerla criatura. 

203

Hoy he vivido el minuto del poder y la invulnerabilidad más absolutos. Yo era una colmena que emprendía el vuelo hacia las fuentes de la altitud con toda su miel y todas sus abejas. 

219

Bruscamente te acuerdas de que tienes una cara. En otro tiempo, los rasgos que la forman no eran todos rasgos tristes. Hacia aquel paisaje múltiple se levantaban seres cargados de bondad.  Su fatiga no atraía solo naufragios. La soledad de los amantes respiraba en sus rasgos. Mira. Tu espejo se ha vuelto fuego. Insensiblemente vuelves a tener consciencia de tu edad (que había saltado del calendario), de este aumento de existencia del que tus esfuerzos harán un puente. Recula en el interior del espejo. Si no logras consumir su austeridad, al menos la fertilidad no está extinguida.

227 

Un hombre es capaz de hacer lo que es incapaz de imaginar. Su cabeza recorre la galaxia del absurdo. 

235

La angustia, esqueleto y corazón, ciudad y bosque, basura y magia, desierto íntegro, ilusoriamente vencida, victoriosa, muda, maestra de la palabra, mujer de todo hombre, juntos, y Hombre. 

237

En nuestras tinieblas, no hay un espacio para la Belleza. Todo el espacio es para la Belleza. 

 

LA ROSA DEL ROBLE

Cada una de las letras que compone tu nombre, oh Belleza, en el cuadro de honor de los suplicios, abraza la simplicidad lisa del sol, se inscribe en la frase gigante que tacha el cielo, y se asocia al hombre empeñado en derrocar su destino con su contrario indomable: la esperanza. 

 

Victoria alada de Samotracia, Museo del Louvre, fotografía personal
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