La voz de Borunda

Reinaldo Arenas

          Empezaba a hablar dando resoplidos y luego comenzaba a levantar la voz, tan alto, que millares de murciélagos salían dando chillidos y tropezando con las paredes de la cueva hasta caer muertos, pero varios miles lograban siempre traspasar la cortina y salían fuera, donde nublaban el sol. “Me he enterado”, dijo Borunda, “me he enterado que te toca a ti” — y me dio una bofetada en la barriga — “hacer el sermón sobre la Guadalupe”. Y ahora su voz era casi un murmullo secreto, y tuve que poner las orejas bien cerca de aquella abertura, rodeada por dos masas de carne que chocaban, haciendo que el gran sapo pudiera hablar. “Pues bien”, dijo, y su voz se alzó tanto que yo tuve que apartar la cabeza con un grito y meterla en la alfombra, “yo poseo la clave para que hagas el discurso más brillante que nunca se ha dicho en toda esta jurisdicción…”. Y la voz subía. Y las paredes soltaban pedazos de milenarias piedras. Y los murciélagos caían hechos añicos por la potencia de aquellos resoplidos. “Yo poseo la clave”, dijo, y una lluvia de estalactitas se vino abajo. Entonces la gran ballena se incorporó de un solo resoplido y se me acercó, soltando tajadas de carne, y levantándome por el cuello me llevó hasta su boca y me dijo en un susurro: “Yo pienso que la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe es del tiempo de Santo Tomás a quien los indios llamaban Quetzalcóatl….En todos estos códigos se demuestra claramente — y ahora su voz era el resoplido de un lagarto pequeño — que la Virgen de Guadalupe ya reinaba en mejor mundo antes de la llegada de los gachupines”, y siguió con su murmullo, “He aquí mi tesis, tan cierta como que aquí está escrita. ¡Mira estos códices yucatecos!, ¡Observa estas inscripciones zapotecas!, ¡y estos garabatos de zacatecas descendientes de toltecas! Ahora examina este millar de piedras chichimecas y verás que las pruebas son infalibles…” (…). Yo miraba el desfile de las figuras: hombres con pie de serpiente, mujeres tocando la luna como si fuera un tambor, venados subiendo al cielo… “Aquí hay material sobrante para tu sermón”, dijo, y al fin las paredes de las diferentes galerías subterráneas no resistieron más y se vinieron abajo. El derrumbe fue total. Las piedras se nos echaron encima y de no haber sido por el colchón de excremento de murciélago, en el cual nos hundimos, hubiéramos perecido sin remedio. Los murciélagos salieron dando chichillos, entre grandes alborotos. “Ahí tienes, para que pronuncies el sermón más sensacional”, me dijo Borunda, saliendo, lleno de rajaduras, de entre los escombros y ayudándome a salir a mí; luego, con gran tranquilidad, se sentó sobre las piedras en ruinas y siguió hablando como si nada hubiera ocurrido. Tiene que ser un gran sabio, me decía yo al ver su indiferencia ante la pérdida de su obra y hogar. 

Fragmento de El Mundo alucinante (1966) de Reinaldo Arenas, Caracas, Monte Ávila, 1982

“Capítulo V. Del conocimiento de Borunda”

NOTA. José Ignacio Borunda fue un historiador mexicano, estudioso de la lengua náhuatl y escritor de la Clave General de Interpretación de los jeroglíficos mexicanos, que Fray Servando usó en su discurso sobre la Guadalupe el 12 de diciembre de 1794. 

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