Catálogo de putas La Lozana andaluza, Celestina exiliada

LOZANA.  ¡Por mi vida, que es cosa de saber y ver que dicen que en aquel tiempo no había dos españoles en Roma, y agora hay tantos! Verná tiempo que no habrá ninguno, y dirán Roma mísera, como dicen España mísera.

El retrato de la Lozana andaluza de Francisco Delicado se publicó en Venecia en 1528, cuenta la historia de forma dialogada de Aldonza: cordobesa y de origen presumiblemente judío, prostituta, alcahueta, filósofa estoica y gran superviviente. Por un abandono amoroso, huye a la ciudad de Roma, auténtica judería de España en aquella época, «patria común, que voltando las letras, dice Roma, amor». Ahí se busca la vida con técnicas a medio camino entre Celestina y el Lazarillo. A lo largo de las páginas del Retrato la vemos practicar sexo, utilizar un lenguaje desinhibido, hacer hechizos y milagros con técnicas picarescas, afeitar cejas, dar ungüentos, etc. También reivindicar la libertad de las mujeres, la sensualidad, la audacia («si no fuese por el temor, cada uno entraría y pediría lo vedado»). Al final del libro muere anciana en la isla de Lípari. Lozana es por lo tanto una Celestina (misma sensualidad, hipocresía, delincuencia, reivindicación) pero cuya vida no aparece truncada por la superstición, la inquisición o la violencia de sus compañeros.
El autor, Francisco Delicado, nació hacia 1475 en Córdoba, y se exilió a Roma hacia 1492 tras el edicto de Granada, posiblemente por ser judío. Tras el Saco de Roma en 1527, huyó a Venecia, donde fue feliz de no haber «hall[ado] otro español en esta ínclita cibdá» y donde publicó su Lozana. También editó algunas obras españolas de gran éxito en Italia, como dos ediciones de La Tragicomedia de Calisto y Melibea (1531, 1534) que adquiría (con su heroína) gran fama.
La filiación entre La Lozana y La Celestina es muy profunda, y desde la portada Delicado describe su Retrato como «el cual demuestra lo que en Roma pasaba y contiene munchas más cosas que la Celestina». «Muchas más cosas» son, como recuerda el autor de La Lozana en el «Explicit», muchos más personajes (ciento veinticinco), más remedios y hechizos de las alcahuetas-curanderas, mucho más erotismo, más bromas, más anécdotas… y también mucha más realidad. Pues el libro como «Retrato» reivindica el realismo – «solamente diré lo que ói y vi, con menos culpa que Juvenal», dice el autor en el Prólogo. Además, su autor, al hallarse fuera de España puede hablar con soltura de la realidad sin tener que esconderla en capas de ironías, como tuvo que hacer Rojas bajo la mirada de la inquisición.
Reproducimos en este número de La Alcaparra la escena cuando Lozana acaba de llegar a Roma, para ganarse la vida como mujer sola, con la única opción de ser prostituta o alcahueta, y con la convicción de no entregarse ya a nadie (dice el autor «miraba también cómo hacían aquéllas que entonces eran en la cibdad, y notaba lo que le parecía a ella que le había de aprovechar, para ser siempre libre y no sujeta a ninguno»). Le pregunta a su primer cliente que le cuente la vida de las putas en Roma, y él, entre burlas, chascarrillos, juegos de palabras y descripciones, cuenta las calamidades que estas mujeres pasan, especialmente las españolas exiliadas.
Desgraciadamente, La Lozana andaluza fue sepultada muchos siglos en el «Infierno de las bibliotecas» , por el contexto particular de la censura, el exilio, y el cordón sanitario contra los libros publicados en Europa fomentado por Felipe II. No fue hasta el siglo XIX que el libro fue «descubierto» por Gayangos en la Biblioteca Imperial de Viena (en 1845) y editado en España. Desde entonces, ha suscitado críticas – Menéndez Pelayo, lo llamó libro «inmundo y feo», escrito en «cínica lengua», «en prosa impura llena de solecismos y barbarismos» (con esto se refiere a la presencia de las lenguas italiana y catalana en La Lozana, donde aparecen judías exiliadas de Sagunto y Mallorca). Pero también halagos en el siglo XX (por ejemplo, por parte de Alfonso Reyes, Juan Goytisolo), y estudios y reediciones.
Esperemos que algún día la historia literaria española pueda considerar una obra que, además de su sexualidad exacerbada muy ausente de la literatura clásica española, contiene grandes reivindicaciones de orgullo femenino por parte de la Lozana, grandes avances literarios, e importantes testimonios sobre la historia española exiliada. 

 

LOZANA. ¿Qué vida tienen en esta tierra las mujeres amancebadas?
VALIJERO. Todas son putas; esa diferencia no’s sabré decir, salvo que hay putas de natura, y putas usadas, de puerta herrada, y putas de celosía y putas d’empanada.
Hay putas apasionadas, putas estregadas, afeitadas, putas esclarecidas, putas reputadas, reprobadas. Hay putas mozárabes de Zocodover, putas carcaveras. Hay putas de cabo de ronda, putas ursinas, putas güelfas, gibelinas, putas injuínas, putas de Rapalo rapaínas. Hay putas de simiente, putas de botón griñimón noturnas, diurnas, putas de cintura y de marca mayor. Hay putas orilladas, bigarradas, putas combatidas, vencidas y no acabadas, putas devotas y reprochadas de Oriente a Poniente y Retentrión; putas convertidas, repentidas, putas viejas, lavanderas porfiadas, que siempre han quince años como Elena, putas meridianas, occidentales, putas máscaras enmascaradas, putas trincadas, putas calladas, putas antes de su madre y después de su tía, putas de subientes e decendientes, putas con virgo, putas sin virgo, putas el día del domingo, putas que guardan el sábado hasta que han jabonado, putas feriales, putas a la candela, putas reformadas, putas jaqueadas, travestidas, formadas, estrionas de Tesalia. Putas avispadas, putas terceronas, aseadas, apuradas, gloriosas, putas buenas y putas malas, y malas putas. Putas interesales, putas secretas y públicas, putas jubiladas, putas casadas, reputadas, putas beatas, beatas putas, putas mozas, putas viejas, y viejas putas de trintín y botín. Putas alcagüetas, y alcahuetas putas, putas modernas, machuchas, inmortales, y otras que se retraen a buen vivir en burdeles secretos y publiques honestos que tornan de principio a su menester.
LOZANA. Decime, señor, esas putas, o cortesanas, o como las llamáis, ¿son todas d’esta tierra?
VALIJERO. Señora, no, hay de todas naciones: hay españolas, castellanas, vizcaínas, montañescas, galicianas, asturianas, toledanas, andaluzas, granadinas, portuguesas, navarras, catalanas y valencianas, aragonesas, mayorquinas, sardas, corsas, secilianas, napolitanas, bruzesas, pullesas, calabresas […]
LOZANA. ¿Cuáles son las más buenas de bondad?
VALIJERO. ¡Oh, las españolas son las mejores y las más perfectas!
LOZANA. Ainsí lo creo yo, que no hay en el mundo tal mujeriego.
VALIJERO. Cuanto son allá de buenas, son acá de mejores.
LOZANA. ¿Habrá diez españolas en toda Roma que sean malas de su cuerpo?
VALIJERO. Señora, catorce mil buenas, que han pagado pontaje en el golfo de León.
LOZANA. ¿A qué vinieron?
VALIJERO. Por hombres para conserva.
LOZANA. ¿Con quién vinieron?
VALIJERO. Con sus madres y parientas.
LOZANA. ¿Dónde están?
VALIJERO. En campo santo. 

 

Francisco Delicado, La Lozana andaluza (Venecia, 1528)
Mamotretos XX y XXI

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