100 AÑOS DE TRILCE

/EDITORIAL

En 2022 se cumplen 100 años de la publicación de Trilce (1922), el segundo libro de poesía de César Vallejo (1892, Santiago de Chuco, Perú—1938, París, Francia), poeta fundamental y universal que padeció persecución política, hambre, cárcel, exilio, como tantos artistas de hoy y de siempre, y murió en París, como él mismo había profetizado, “un día de aguacero del que ya tengo el recuerdo”.  

Desde LA ALCAPARRA, queremos homenajear este centenario para releer generosamente a Vallejo y seguir reivindicando la libertad verbal que exigía. Buscamos celebrar de nuevo su gran libro, tan independiente, tan valiente y tan libertario que, con su lenguaje indeterminado, difícil y rompedor, nos alcanza aún. Trilce es un clásico de la literatura  mundial por su gesto de querer decirlo todo, todo de nuevo, reformular y quebrantar la sintaxis, balbucear, romper significados, expandir e inventar palabras, destrozar la ortografía y esa corrección lingüística importada y falsa. 

Este número especial se plantea como una reedición ampliada de Trilce, un recorrido entre sus poemas y obras de otros creadores de otras épocas y latitudes que, sin embargo, trilcean con su lenguaje libertario o virulento. Empezamos el número con una selección de poemas de Trilce a cargo del poeta peruano Gian Pierre Codarlupo. A diferencia de las ediciones habituales, ninguno de esos poemas está comentado con notas ni explicaciones. Como dice el antologista en las palabras previas, se trata de “una invitación para que el lector busque el libro, lo asuma, haga lo que quiera con él, y que sea un primer paso para adentrarse en el mundo vallejiano”. Dejemos al lector el enigma de hacer suyos los versos y entenderlos, porque, como dijo Jean Genet, “la oscuridad verbal es la cortesía del escritor con sus lectores”, para que tengan que ir al encuentro de esos significados rotos, ser parte activa.
Hacemos una excepción con el poema “Trilce”, no incluido finalmente en el libro, que comenta el investigador Julio Carmona en un análisis analítico-semántico que ayuda a aclarar el espacio mental y el “lugar” donde transcurre la nueva poesía que inaugura Trilce.

Para celebrar la vigencia y el alcance de sus versos subversivos, seguimos con la sección “TRILCEADORES”, con poemas e ilustraciones de artistas actuales que miran y celebran a Vallejo desde distintos puntos y medios (también incluimos un poema de la misteriosa Posterpsícore, amiga de Olga Bolquer, que canta “Trilce te quiero TRilce”).

Por otro lado, en LA ALCAPARRA, revista incendiaria y preocupada por los problemas políticos que amenazan al arte, no pasamos por alto que varios poemas de Trilce fueron escritos desde la cárcel de Trujillo, donde el poeta estuvo encarcelado acusado de incendiario y de ser el autor intelectual de una trifulca que sucedió en su natal Santiago de Chuco. La decisión de separar y aislar estos poemas en la sección “Los poemas de la cárcel de Trujillo” responde a la necesidad de entender qué encierra, qué dice y qué busca la expresión artística que surge en la celda —Vallejo no es ni el primer ni el último artista que ha iniciado una creación prodigiosa detrás de las torres de espanto (San Juan, Wilde, Genet, Arenas…). 

Entre los poemas de Trujillo, el poema LVIII, comienza así: “En la celda, en lo sólido” (p. 27). A medida que avanza el poema, la frase se transforma en “En la celda, en lo líquido”, y de nuevo, en la última estrofa, “En la celda, en el gas ilimitado”. De este modo, en Trilce, la celda va adquiriendo, a pesar de su clausura y estrechez, un rasgo expansivo, va abriendo una brecha, una herida, por donde potencialmente sale el gas explosivo. El poema transforma así un espacio sólido, concreto y aterrador, en algo líquido, viscoso, movible, más libre. Líquido que puede transformarse, como la materia, en un gas insospechado que escapa y puede, eventualmente, explotar. 

De este poema sacamos la sección siguiente, llamada precisamente “En la celda, en lo líquido”, en que reunimos una serie de obras de arte actuales creadas desde las prisiones por artistas que sufren persecución política, y que se acercan a Vallejo en su persecución y en la superación de esta. Obras en su fase líquida, en su fase de consolar frente a lo sólido, de dejar escapar algo del encierro, de intensificar el tiempo vacío. Aquí incluimos un reportaje con las obras creadas desde Guanajay por el artista cubano Luis Manuel Otero Alcántara, con textos de Anamely Ramos, que explican la imposibilidad de impedir la creación a pesar de los perseguidores, y de cómo los significados en la cárcel, como en Trilce, se rompen, se distorsionan, se subvierten, o simplemente, se pierden. 

En la breve sección siguiente “Pre-Trilce”, incluimos una pequeña referencia a una anécdota legendaria de 1789 en la que el Marqués de Sade, preso en la Bastilla desde donde escribió sus obras terroríficas, aulló puro gas ilimitado a 10 días de la revolución francesa y, según Georges Bataille, la aceleró.

Por último, y como siempre, termina el número con la sección final  “ABUCHEO”, donde una voz discordante duda de las demás. Aparece ahí un fragmento del cuento “El filántropo” de Virgilio Piñera. En este cuento, un preso se atormenta con la tarea de escribir un millón de veces la misma frase. El fragmento que incluimos es el momento en que el preso enferma de la frase, se le atraganta hasta dejarle mudo. Celebramos la irreverencia virgiliana ante la literatura y para huir, además, de cualquier idea de glorificación de las agresiones políticas al arte. Como dijo Vallejo en el poema V (p. 14):

A ver. Aquello sea sin ser más.
A ver. No trascienda hacia afuera,
y piense en són de no ser escuchado,
y crome y no sea visto.
Y no glise en el gran colapso. 

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